¿Qué clases de oro existen en joyería?

«Oro bajo», «de ley», «puro», etcétera: el metal áureo recibe múltiples nombres dependiendo de sus quilates, es decir, de la pureza de su aleación. A medida que aumenta la presencia de plata, níquel o zinc en su composición, el oro pierde su amarillo original, así como su valor en el mercado. En otras palabras, unos pendientes oro de idéntica calidad y gramaje se cotizan a precios diferentes en función del quilataje de este metal precioso.

La palabra «quilates» procede de la voz griega kerátion, que alude a las semillas del algarrobo, usadas en tiempos antiguos para determinar el peso de gemas y metales. Esta unidad de masa, que pasó al español a través de los árabes, se emplea hoy para especificar la pureza del oro.

El oro de ley es el más común en España y cuenta con dieciocho quilates. En otras palabras, se compone de dieciocho partes del preciado metal por seis partes de plata, cobre y otros metales. Su grado de pureza es del setenta y cinco por ciento, y el sector joyero lo emplea como materia base de anillos, pulseras, collares, etcétera.

Con una pureza superior al noventa y nueve por ciento, el oro puro o de veinticuatro quilates carece de trazas de otros metales. Por su naturaleza maleable y escasa resistencia, se emplea sobre todo en lingotes, como valor refugio, sin una utilidad real en joyería.

En cambio, el oro bajo o de catorce quilates recibe un uso generalizado en el mercado del lujo, la moda y la joyería. Su pureza alcanza el sesenta por ciento porque en su formación intervienen catorce partes de oro puro por diez de plata, níquel, cobre o zinc.

Por su parte, el oro de doce y de diez quilates está a la cola en términos de pureza. En su composición, el oro puro es inferior al cincuenta por ciento.